ETERNA SACERDOTISA
Beatriz Eugenia Andrade Iturribarría ©
I.
Amo tu liturgia de caracolas,
alcatraces de humo retozando con el viento,
besos de copal, querubes de teponaxtle,
dueños de mis gotas
y de tambores que oigo a lo lejos
lejos
lejos
Amo tu mirada escondida en mí
y la sombra bronce de tus hijxs.
Oaxaca, madre prodigiosa de senos dulces y tibios,
creadora de mis dudas, cascabel de mis sones.
Te pintas de serranía y valle,
de costa y cañada son tus penachos.
II.
Sedienta mixteca,
van tus palmas entreverando amores
en sombreros y canastos,
donde los pensamientos brillan
y el maíz duerme cálido.
La noche enciende veladoras:
turquesas y plumas se aparean con oro,
en las avezadas manos de tus orfebres.
III.
Istmo,
sinuosa matrona con tiara de colibríes y jaguares,
tus amplias caderas sandungan el Cosmos.
Abres tus piernas y te ayuntas a hombres flordelís,
a hombres con lapislázuli en los ojos
y vas pariendo soles híbridos.
Los laberintos de tus encajes
no entienden las cuitas entre Juchitán y Tehuantepec.
No entienden, no las entienden,
y prefieren sonreír albos, en la espuma del mar.
IV.
Costa chica,
donaire de machetes y chaquiras.
Nodriza pechos de plátano,
crías hijxs de África,
cuerpos anochecidos en estrellas.
Exmatriaron los besos de tu seda,
ataviando de púrpura a los titiriteros de la conciencia.
Lloraron tus gusanos y de llorar están secos.
No hubo mirada compasiva
para la rabia de tus caracoles marinos
ni para el dolor estuoso,
de los antebrazos de tus varones.
V.
Mi primer beso del Valle:
tus labios de madre, Adriana.
Antequera descalza y de tacones de cúpula,
con buñuelos, calendas y coloridas noches
donde los rábanos se van de juerga.
Chocolate, amarillito, nicuatole y chapulines,
viven en tus vientres negros, Coyotepec.
Me narran hartas historias, como comadres chismosas:
siempre hablando, siempre hurgando.
Cierra tus ojos Antequera,
la Señora de Negro vela tu sueño.
Descansa Mitla,
Pitao Pecala abraza tu laberinto de grecas.
Que duerman en paz tus danzantes, Cuilapam:
¡Yostaltepetl, Es el que Es!
VI.
Sierra sur,
bebe tu yerba rebaños de nubes.
Tus hijxs van pastoreando sueños,
nobles, como sus manos y sus caminos,
como tu vientre de flautas perfumadas,
como tus árboles aletargados,
que aún mecen al niño Benito.
VII.
Sierra norte,
canastos con frutas, matas de café y helechos frescos,
danzan algarabías por tus torrenteras de niebla.
Ancianxs infinitxs rumiando misterios,
testigxs ancestrales de tus alas mixes,
indómitas alas, que burlonas, se ríen de las cadenas.
¡Son tus ojos capulines, espejos de libertad!
VIII.
Árboles lejanos, árboles de papel
en los que escribe amores el Papaloapan.
Fecundas jaranas de tierra y lluvia,
te adornan con aretes de mango.
Pulseras de piña, ajuarean tus brazos morenos,
y un huipil de aguacates maduros,
canta tus sueños de novia, Tuxtepec.
IX.
Alegre zenzontle de la Cañada,
revolotean fantasías teñidas de niñez:
anteojos-espejismo, fistoles-caña de azúcar.
Mariposas surrealistas, son tus hongos, Huautla,
me besan, me lamen: levitamos.
¡Canten tus nanacaxtles, María Sabina,
narren índigos cuentos, tus ojos sabios!
¡No te hagas ausencia María Sabina,
no te hagas ausencia!
X.
Así eres tú, tierra mía, así yo te amo:
mitá leyenda, mitá verdá.
Solo una eres tú, Huaxyacac,
cohabitan en ti,
mi Niña de la Esperanza y la Doña de la Magia.
¡Eterna Sacerdotisa, Oaxaca mía!