Exconvento de Yanhuitlán
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De la invención de la agricultura a la llegada de los europeos, la civilización del Anáhuac mantuvo a lo largo de siete mil quinientos años un proyecto de Desarrollo Humano que encontraba su base fundamental en el aspecto espiritual de la vida y el mundo. Con sus altas y sus bajas, con sus aciertos y desaciertos, los antiguos mexicanos vivían en busca del equilibrio y comunión con la Tierra y el Cosmos. La más importante herencia cultural que tenemos de esos miles de años los mexicanos contemporáneos, es nuestra visión mística y espiritual de la vida.
De la invención de la agricultura a la llegada de los europeos, la civilización del Anáhuac mantuvo a lo largo de siete mil quinientos años un proyecto de Desarrollo Humano que encontraba su base fundamental en el aspecto espiritual de la vida y el mundo. Con sus altas y sus bajas, con sus aciertos y desaciertos, los antiguos mexicanos vivían en busca del equilibrio y comunión con la Tierra y el Cosmos. La más importante herencia cultural que tenemos de esos miles de años los mexicanos contemporáneos, es nuestra visión mística y espiritual de la vida.
Por ello, cuando llegaron los europeos los indígenas encontraron en las órdenes religiosas una forma de mantener viva esa sensibilidad y creatividad. Todo el arte sacro de la colonia fue creado por las manos de los indígenas y son una continuidad de las formidables construcciones que hicieron antes de la conquista.
La civilización de los Viejos Abuelos no murió o desapareció y sigue presente hasta nuestros días, el desafío es… ¡descubrirla! Las culturas indígenas lo que han hecho para resistir es solo transformarse. Transformarse para sobrevivir.
En vez de haber existido un “descubrimiento”, pues los invasores negaron cualquier valor de la civilización vencida. Lo que ha existido en estos quinientos años es un “encubrimiento”.
Es el caso del maravilloso e imponente templo y exconvento Dominico de Yanhuitlán que inició su construcción en la mitad del Siglo XVI y que duró 25 años. Desde la invasión los españoles se asentaron en la rica planicie y especialmente los habitantes de aquí se volcaron fervientemente hacia la nueva religión. La construcción recibió el apoyo del encomendero Gonzalo de las Casas.
La obra resulta monumental y se entiende que se construyó también como una fortaleza. Tiene una altura de 25 metros, un ancho de 15 y un largo de 75 metros. Todo el conjunto es de estilo barroco y la sobriedad es patente en cada espacio, corredor o talla.
Indudablemente que la Orden Dominica dejó en Oaxaca testimonios monumentales y obras de arte de inigualable nivel, como es la Capilla del Rosario en Santo Domingo de Guzmán en la Ciudad de Oaxaca. Sin embargo, se reconoce como una tríada los tres ex conventos de la mixteca.
En efecto, Yanhuitlán con sus grandes proporciones, Teposcolula con su esplendida capilla abierta y Coixtlahuaca con su meticuloso trabajo en la cantera, se les han considerado “Las joyas dominicas de la mixteca”.
Recorrer el exconvento de Yanhuitlán nos permite sentir la fuerza inconmensurable del Espíritu. Nos enfrentan esos inmensos muros y esas sobrias tallas, al encuentro con lo más esencial nuestro.
Puede ser una pirámide o un exconvento, el resultado es el mismo. Estas monumentales construcciones nos invitan a reflexionar y sentir el sutil mundo del espíritu y nos convocan a pensar en la necesidad de trascender nuestra limitada existencia material.
La pregunta brota necesariamente al dejarnos tocar por la magia blanca de estas monumentales piedras cargadas de energía espiritual y saturada de rezos y alabanzas. ¿Qué estamos haciendo nosotros para alimentar éste, nuestro espíritu, tan hambriento de estas energías?
Lo invitamos a hacer el recorrido, que gracias a la autopista, hoy se puede hacer en un solo día y seguramente que convendrá con nosotros por la tarde que, este recorrido es una de las experiencias más sublimes y místicas que nos ofrece Oaxaca y entenderemos por qué es considerado Patrimonio Cultural de la Humanidad.
La fachada consta de tres cuerpos y un remate, tiene dos torres de un solo cuerpo y una tiene un campanario. En el centro se observa una hermosa talla de la Virgen con el Niño en el brazo izquierdo. De su monta se cubre Santo Domingo de Guzmán. En el tercer nivel y al centro encontramos la ventana del coro. El altar mayor es una verdadera joya del arte colonial, fue pintado por el famoso pintor Andrés de Concha en 1570 y tiene forma de biombo. De este tablero se inspiraron para hacer el de Santo Domingo de Guzmán en la restauración que se hizo del templo.