Mercado de Día de Muertos en Tlacolula
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Los anahuacas (que no mexicanos, dado que no todos descendemos de los mexicas) tenemos una de las tradiciones más antiguas de la humanidad. En efecto, la “Fiesta de Día de Muertos” probablemente tiene más de cinco mil años de llevarse a cabo años tras año.
Pocos países en el mundo se pueden dar el gusto de decir que poseen una tradición tan antigua y que se ha mantenido durante más de 50 siglos. La tradición tiene FONDO y FORMA.
La Forma puede cambiar en el tiempo y en el espacio. Es decir, no es lo mismo la fiesta en el Anáhuac en el periodo Clásico (200 a.C. a 850 d.C.), que en el periodo colonial o en nuestros días. Y en el espacio, no es lo mismo la fiesta en Oaxaca que en Michoacán o Yucatán. La Forma cambia en el tiempo y en el espacio.
El Fondo no cambia, es imperecedero y trascendente. Es decir, el fondo de las tradiciones –que es de carácter ESPIRITUAL-, no cambia. Su esencia se mantiene y es justamente ésta esencia de carácter espiritual, que hace que las tradiciones se mantengan.
Las personas, las familias y los pueblos necesitan desarrollar actividades que mantengan y refuercen, el potencial espiritual del mundo y la vida. Porque, “no solo de pan vive el ser humano”. La materia y su mundo es solo un “espejismo”, tan solo un instrumento del Espíritu, de modo que la Fiesta de Día de Muertos cumple su valiosa función.
El “meta objetivo” de la vida es trascender el plano material y penetrar en el inconmensurable universo del ESPÍRITU. La vida es solo la oportunidad de trabajar el plano material para potenciar el plano espiritual.
De modo que el ESPÍRITU es lo que le da razón y sentido a la vida. Porque al morir dejamos absolutamente toda la materia y su mundo, para pasar a un plano más elevado, puro y etéreo, que es la dimensión espiritual.
Esta sabiduría es milenaria y los pueblos más antiguos del mundo fundamentaban su desarrollo material en la trascendencia espiritual. Por eso podemos entender, por ejemplo, las pirámides de Egipto o las del Anáhuac (México).
La vida material es solo un sueño, un pequeño “pasaje” para llegar al destino siguiente que es el mundo espiritual. Una persona, una familia o un pueblo que no ha evolucionado en su conciencia de SER, solo ven el plano material y en él fincan su efímera existencia.
Por el contrario, cuando se han superado el limitado e inmediato “plano material”, se trabaja en lo “trascendente” y la vida y el mundo toman otra dimensión. La vida material cobra sentido cuando es solo un medio para desarrollar el potencial espiritual.
Esta gran verdad era la base y fundamento de la antigua civilización del Anáhuac, de la que hoy formamos parte los mal llamados mexicanos, aunque no nos demos cuenta. Y ésta es la verdadera razón por la cual, tradiciones milenarias como la del 3 de mayo, 1 y 2 de noviembre y 12 de diciembre singuen vivas en lo más profundo de nuestra Nación anahuaca.
En Oaxaca, que es “LA RESERVA ESPIRITUAL DE ANÁHUAC”, la Fiesta de Día de Muertos comienza en el mercado. En efecto, unos días antes de la celebración los mercados cobran vigor, color y emoción.
El mercado o tiangüis de día de muertos es muy especial. No solo por los productos que ese día se ofertan para los altares y las cocinas, sino porque toda la población asiste con una devoción inexplicable, para una mente colonizada. Este "mercado" es parte de un rito sagrado y ancestral.
El Mercado es el lugar del encuentro comunitario. Es un espacio de “comunión”. La gente de tradición hace un gran esfuerzo en su limitada economía para “cumplir con sus difuntos”.
Cumplir es creer. Creer, es tener la certeza que no todo termina en el plano material, y justamente de ahí viene la fuerza para resistir las penurias y las estrecheces de un mundo colonizado desde hace cinco siglos, en el que los herederos directos del Anáhuac han sido y son los explotados.
Desposeídos de su ancestral mudo material, sometidos a la encomienda, el repartimiento, la hacienda y el salario mínimo, los anahuacas han intuitivamente encontrado refugio y fuerza en el mundo del Espíritu, donde el colonizador solo encuentra “superchería e ignorancia”.
Mantener la Fiesta de Día de Muertos es “recordar” de dónde venimos, y es cuando pensamos en nuestros difuntos, los que nos antecedieron.
Mantener la Fiesta de Día de Muertos es “pensar” que el año pasado estuvo con nosotros en la fiesta “fulano” y hoy, hoy ya no está. De modo que la Fiesta nos recuerda que mañana no tenemos la seguridad de estar y que todos moriremos indefectiblemente. Que la vida es muy corta y que todos tenemos una misión.
Mantener la Fiesta de Día de Muertos es pensar que sí los difuntos vienen a nuestra casa a saborear las delicias del mundo material, nosotros tarde o temprano, nos reuniremos con ellos. De modo que sí ellos “vienen”, nosotros “iremos”. Lo que implica la certeza de “una vida posterior”.
Los mercados y tianguis del Anáhuac son un espacio impenetrable de nuestra ancestral identidad, de lo más íntimo y “propio-nuestro”. Hoy los anahuacas somos un pueblo mestizo –como todos los del mundo-, no existen “las purezas culturales”. Pero la estructura fundamental de lo que hoy somos indiscutiblemente está en la Civilización del Anáhuac y en la Toltecáyotl.
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