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Casa de la cultura Oaxaqueña

Casa de la cultura Oaxaqueña

Casa de la cultura Oaxaqueña

Una de las casas de cultura más antiguas del país. Fue fundado en el año de 1971. Está ubicada en el ex convento de Nuestra Señora de los Siete Príncipes o de Los Ángeles.

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MUSEO REGIONAL DE VILLAHER MOSA TABASCO CARLOS PELLICER CÁMARA

MUSEO REGIONAL DE VILLAHER MOSA TABASCO CARLOS PELLICER CÁMARA

La riqueza cultural de Oaxaca es inconmensurable y se puede apreciar en muchos museos de México y el mundo. Este es el caso del Museo Regional de Villa Hermosa, que contiene gran parte de la colección particular del gran poeta Carlos Pellicer. En efecto, Pellicer fue adquiriendo a lo largo de su fructífera vida, piezas de los Viejos Abuelos oaxaqueños y las rescató, seguramente, de la voracidad de los coleccionistas extranjeros, por lo que hoy tenemos la oportunidad de poder apreciarlas en Villa Hermosa, Tabasco, en un majestuoso museo al lado de maravillosas piezas de otras culturas del Anáhuac.

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Exconvento de Yanhuitlán

Exconvento de Yanhuitlán

De la invención de la agricultura a la llegada de los europeos, la civilización del Anáhuac mantuvo a lo largo de siete mil quinientos años un proyecto de Desarrollo Humano que encontraba su base fundamental en el aspecto espiritual de la vida y el mundo. Con sus altas y sus bajas, con sus aciertos y desaciertos, los antiguos mexicanos vivían en busca del equilibrio y comunión con la Tierra y el Cosmos. La más importante herencia cultural que tenemos de esos miles de años los mexicanos contemporáneos, es nuestra visión mística y espiritual de la vida.

 

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Presa Matías Romero de Huitzo

Presa Matías Romero de Huitzo

Presa Matías Romero de Huitzo

Los Viejos Abuelos usaron como símbolo de la vida al agua. Es falso que “adoraran al agua” y que tuvieran un “Dios del agua”. Es tanto como si afirmar que los católicos de Oaxaca “adoran” a las palomas, porque en la parte superior de la Catedral se esculpió una paloma. Sabemos que “la paloma es un símbolo” del Espíritu Santo.

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SANTA ANA DEL VALLE

SANTA ANA DEL VALLE

La organización social es una de las grandes herencias de nuestros Viejos Abuelos. En efecto, la capacidad, el conocimiento y la sabiduría que vive en las comunidades indígenas y campesinas es un tesoro y un ejemplo. El sistema de cargos, la mayordomía, el tequio, la gozona, el compadrazgo, son algunas formas que han sobrevivido desde tiempos inmemoriales y permiten que las comunidades al estar organizadas, puedan lograr los beneficios comunitarios requeridos para su bienestar.

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Mercados y Tianguis en los Valles Centrales de Oaxaca

Mercado de Tlacolula


Escrito por Guillermo el .

Aunque la agricultura y el maíz se "inventaron" en el sexto milenio antes de la era cristiana, los especialistas sitúan la aparición de la cultura olmeca llamada la cultura madre mil quinientos años a.C. Es curioso que en varios milenios esta civilización llegara a lograr asombrosos descubrimientos científicos y sin embargo, aparecerán las primeras formas de instrumentos de cambio o monedas, en los últimos cien años antes de la llegada de los europeos. Lo que demuestra que esta civilización no fundamentó su desarrollo en el aspecto económico, el atesoramiento y menos en la propiedad privada.

Sin embargo, el tianguis es una antiquísima institución que hunde sus raíces en los mismos orígenes de la civilización del Anáhuac. En efecto, el mercado para los pueblos del México antiguo y sus descendientes más directos en la actualidad representa el espacio social y cultural más importante en el apretado calendario de actividades comunitarias.

El mercado es el lugar del encuentro y el intercambio humano. Los productos son un medio para encontrarse con amigos y parientes de otros pueblos. El mercado es el espacio social por excelencia. Es algo mucho más que el comprar y el vender. El mercado es la familia, cercana y lejana. Por esto los mercados de México guardan una energía muy especial.

Es por ello que el "regateo" no tiene un sentido de ganancia económica, sino más bien es un instrumento de encuentro humano. Si no hay regateo no es buena la venta ni la compra. Se tiene que "negociar" sin someter ni ofender. Se dan muchas vueltas y se adornan las ideas, se cuentan historias y anécdotas. En los tianguis mexicanos, desde hace miles de años… todos ganan.

El mercado es un arco iris de colores, olores, texturas, formas, que se adhieren al alma y florecen en nuestros recuerdos. Es una catarata de rostros, vestidos, sombreros y calzados. Formas caleidoscópicas que nos remiten a nuestro pasado más remoto y profundo.

Es una hiedra que trepa en las emociones y teje tupido en nuestro estado de ánimo.

El mercado de Tlacolula es uno de los más tradicionales de Oaxaca. Guarda mucho la esencia inmaculada de la espiritualidad perdida con la colonización, el progreso y la modernidad. Ir al mercado de Tlacolula es como hacer un viaje en el tiempo y regresar a lo más genuino de nosotros, lo más propio nuestro.

La mujer en los mercados tiene un papel fundamental. Motor de la economía familiar en las culturas indígenas, en el mercado toma su lugar como la sustentadora que todo lo adecua, lo sitúa y lo hace fluir. Mujer trabajadora y tierna. Fuerte y dulce. Negociadora y flexible, la mujer hace a los mercados espacios femeninos por naturaleza.

En efecto, los mercados de México en general, pero el de Tlacolula en particular se envuelven en una atmósfera casi ritual y mística. Por sus pasillos se camina al borde de lo místico y de lo mágico. De lo maravilloso y de lo natural se traslada uno al terreno de las emociones no racionalizadas. En los mercados solo se siente, se huele, se ve y se intuye.

Desde los tiempos primordiales los tianguis hacían que la metrópoli o tollan cobraran vida y energía propia. Todos los que pisan los corredores de los mercados sufren una metamorfosis espiritual. Atrapados por los colores, olores, texturas, formas y sabores; poco a poco empieza a brotar de lo profundo la "otra parte" de nosotros mismos. Aquella que se conecta con nuestra parte indígena. Aquella que ha sido tercamente negada cinco siglos y que nos enriquece, nos multiplica y nos fortalece.

La naturaleza vibra y reverbera en los mercados. Retazos de sus bosques, pedregales, flores y frutos llegan al mercado transformados levemente por la mano del ser humano, para incorporarse armoniosamente a nuestro universo. Con una impronta humana, con un antiguo sello cultural de una "casa antigua" del género humano en la tierra.

En el mercado de Tlacolula los domingos podrá ver como todos los hijos de los pueblos vecinos se reúnen para el solaz encuentro y el fructífero intercambio, pues en algunos de los mercados de Oaxaca todavía se realiza el trueque o feriado como acostumbran decir en español. En efecto, por las tardes, ya al finalizar la jornada, los productores intercambian sus productos sin la presencia del dinero.

Para gozar el embrujo del Mercado de Tlacolula debemos planear llegar muy tempranito a desayunar, pues Tlacolula tiene fama de tener los mejores panes de los Valles de Oaxaca, probar el chocolate de agua con enfrijoladas y tasajo. Y para el medio día, después de haberlo recorrido con paciencia y haber observado hasta la sección de venta de animales en pie, podrá disfrutar de una exquisita barbacoa de chivo.

Visitar el Mercado de Tlacolula seguramente será una de las experiencias más emocionadas y profundas que se llevará de Oaxaca, porque aquí el tiempo y el espíritu conviven en perfecta armonía.

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