Abelardo López Moreno


Escrito por Guillermo Marin el .

Un día que el Maestro Roberto Donís estaba visitando el Museo de Arte Contemporáneo de Washington con sus alumnos del Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo. Después de recorrer varias salas se acercó conmovido al grupo Abelardo, que momentáneamente se había separado, y le dijo a su maestro con voz suave y conmovida… “!lo toqué!”.

Abelardo Moreno, como todos los jóvenes fundadores del Taller es de origen campesino. A temprana edad conoció el arte de “hacer temblar a la tierra” con las amorosas manos campesinas. Originario de San Bartolo Coyotepec, tierra del barro negro de Oaxaca, compartió con su familia y su comunidad la íntima relación que entabla el hombre de campo con la naturaleza. Diálogo de colores, texturas y formas, de perspectivas clavadas en lo profundo del horizonte y plasmadas mágicamente en lienzos bañados de luz. Abelardo sigue teniendo el corazón de un niño que ama profundamente a la Madre Naturaleza.

Desde que entró al Taller y vio las imágenes de la obra de Van Gogh en los libros de la biblioteca, se sintió capturado por sus colores y texturas. Uno de sus sueños se hizo realidad a temprana edad… ¡tocar un óleo del gran maestro! 

“Siempre he estado tratando de llegar a un lugar en el que no me cuestione si está bien o no lo que estoy haciendo. Llegar a un estadio de mi vida como artista que me sienta satisfecho con lo que estoy haciendo. Quiero estar seguro que el trayecto que estoy recorriendo para llegar a ese lugar me de plenitud y me permita en retrospectiva, ver que no he hecho cosas a la carrera, sin pensarlas y sobre todo, sin disfrutarlas. Mi principal motivo de trabajar es el disfrutar plenamente el pintar, como lo disfrutaba hace veintitantos años cuando empezábamos a hacer grabado en la Escuela de Bellas Artes. Era un goce indescriptible el saber que podía con mis manos grabar unas imágenes en un metal con unas herramientas y con unos ácidos, y posteriormente ver un resultado sorprendente. En aquella época de juventud, no teníamos la idea de cómo se trabajaba la técnica del grabado o la serigrafía y al descubrir que era algo que verdaderamente lo gozábamos y descubrimos lo más importante… que habíamos nacido para hacerlo. Los que nos dedicamos a esto, lo hemos estado gozando desde entonces. El descubrir que podemos todavía sorprendernos de lo que podemos transformar con las manos en una tela o en un papel le da sentido a la vida.

Yo creo que el gozo de  pintar y de sentirse un Ser humano es indisoluble, están muy juntos, casi son lo mismo o se dan al mismo tiempo. Como pintor al ver a tus “pequeños” volar, es algo que se relaciona con tu satisfacción como ser humano. Como decía Filemón Santiago en una entrevista, las obras son como la fruta verde, que a medida que la tienes en tu caballete y la estas trabajando, esa “fruta” va madurando hasta que les salen alas y esa “fruta” se va porque ya esta madura. Es muy satisfactorio, es muy rico para uno, el saber que tus “frutas maduraron” y volaron y que a lo mejor van hacer disfrutar a otro ser humano al tenerla en su pared y apreciarla a diario. Porque las obras son como las plantas, necesitas quererlas todos los días, hablarles con el alma y acariciarlas con la mirada. Al pintor le llena de satisfacción que no solo está creando para su íntima satisfacción, sino que la comparte con otras personas.

 

Desde los inicios, en el Taller Rufino Tamayo a esta época, han cambiado muchas cosas. En el terreno técnico hemos madurado y tenemos más experiencia. Creo que la época del Taller fue la mejor época de los que estuvimos ahí. Porque fue una época muy rica de aprendizaje y de convivir con los demás. Aprendíamos y experimentábamos juntos. De ese tiempo a ahora indudablemente existen varias etapas en mi vida como artista. Unas de trabajo otras etapas vacías, que incluso dejé de pintar. Me dediqué a otras cuestiones para buscar el sustento para mi familia, mi pintura en esos momentos no era “vendible”. Estas han sido etapas que me han enseñado que la pintura es celosísima, como cualquier oficio, que no puedes abandonar algo que te es tan querido y que te produce tantas satisfacciones, porque te lo cobra con una factura muy alta. Mi vida como pintor ha sido marcada por etapas.

He tenido etapas buenas donde he producido bastante, he tenido etapas obscuras donde hubo años de mi vida en las que casi no produje. Pero de un tiempo hacia acá, veo que he tenido un desarrollo en el plano técnico y espiritualmente siento que mi trabajo me da más. Me permite sentirme más a gusto conmigo mismo y contento con lo que estoy haciendo. Sin embargo, eso tampoco quiere decir que estoy “establecido” y que ya encontré una fórmula o una receta y  ahí me quedo. Tengo algunos años de tratar de meterme un poco a la pintura de paisaje menos convencional, me atrae la idea de irme un poco hacia lo abstracto, he estado pintando muchos horizontes, sobre todo cosas del mar que son muy simples, que son meramente planos de dos o tres colores y una línea que divide un horizonte. Mi búsqueda está tomando ese camino.


He estado últimamente en contacto con el Maestro Roberto Donís y él ha estado al pendiente de lo que estamos haciendo los que fuimos sus alumnos. Tengo, en lo personal, la sensación de que el Maestro Donís está satisfecho de la carrera que estamos desarrollando sus alumnos y está a la expectativa de ver lo nuevo que estamos haciendo. Para mí es muy satisfactorio ver que el Maestro Donís, que fue el que nos ayudó a que nos descubriéramos como artistas, el que nos formó y nos impulsó, esté pendiente de nosotros. Si yo tuviera alumnos de hace mucho tiempo estaría en la misma situación.

Yo creo que al tiempo me convertiré en el alumno que más proyectaré en mi obra la impronta del Maestro Donís. Al principio del Taller fueron Ariel Mendoza, Carlos Kaufman y Alejandro Herrera los que estaban cercanos al trabajo y la influencia del Maestro Donís. Pero fueron casos que no continuaron. Por ejemplo, Ariel Mendoza se está cambiando un poco a lo figurativo viniendo de lo abstracto y terminó en la fotografía, que es algo diferente a lo que él inició y parece que él desechó muy pronto la influencia fuerte que tenía al principio del Maestro Donís.

En el caso de Herrera igual y con Kaufman creo que pasó lo mismo. Sin embargo, en mi caso siento que se está dando ahora. En esta época está apareciendo la influencia del Maestro Donís en mi obra. Siento que me estoy yendo a la vertiente del lado de Donís. El paisaje convencional o tradicional como le llaman algunos; de montañas, de cerros, de árboles, me fascina. Para mi la naturaleza es lo más maravilloso que existe. Sin embargo, hacia a donde me estoy yendo, siento que no me estoy desligando de la naturaleza, lo que sucede es que la estoy viendo con unos ojos más experimentados.

Después de hacer lo que he hecho por tantos años, siento que mi vista está viendo lo invisible, que estoy “tocando” lo intangible. Estoy trabajando hacia lo que no puedo “atrapar” con mis pinceles y el óleo tan directamente, como lo hago con montañas, árboles y sembradíos. El Maestro Donís está apareciendo de manera muy fuerte en mi creación actual.

Mi relación con la naturaleza es mucho más intensa. Siento que ahora es más profunda, quizá porque antes solo me atraía la cuestión física de la belleza de la naturaleza en sus azules, en los verdes y en toda esa increíble “paleta” de colores que es la naturaleza. Pero ahora sólo me basta con dar un ligero paseo por el campo para penetrar lo intangible, más allá de la belleza física de la naturaleza, de ese mundo en el que he vivido desde niño.

 

Ahora siento que existe un vínculo más profundo que cada vez se hace más fuerte y que tal vez llegará un momento en que me apartaré de todo lo que no esté en ella. Cada vez me siento más metido en el mundo de lo “esencial”, en el mundo del mar, de la naturaleza.

 

Cada vez me siento parte del viento, de ser la luz, de ser esa línea lejana que divide el cielo y el mar. Es sentirse que soy un diminuto grano de ese inmenso mar de arena. Es sentirse que te puedes hacer mil pedazos y que al mismo tiempo estás en todo, que formas parte del todo con tu conciencia de Ser. Tener conciencia que a pesar de que eres un puñado de diminutas células al mismo tiempo eres parte de ese viento que corre, de esa luz que está en todas partes, del azul de la atmósfera y de ese infinito que es nuestro pequeño mundo. Esto ahora me hace sentirme a mis anchas en cualquier lugar que esté. Sea en el pozo más profundo o perdido en la inmensidad del océano, o en la bastedad del cielo. Que sientes que nunca estás fuera de casa, ni que estás solo, porque eres parte de todo.

Abelardo López Moreno

Teléfono (951) 5 51 00 20

Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

San Bartolo Coyotepec, Oaxaca.

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