OAXACA : CORAZÓN PALPITANTE DE MESOAMÉRICA.


Escrito por Guillermo Marin el .

En el mundo sólo existen seis civilizaciones con origen autónomo, las más antiguas de la humanidad y de las cuales se desprende el mundo de nuestros días. Lo que hoy es el territorio de México fue la cuna de una de estas civilizaciones.

Dentro del Anáhuac, que bien puede ser Centro y Norte América juntas, los especialistas han dividido esta basta región cultural en dos partes. Mesoamérica y Áridoamérica. La primera comprende desde lo que hoy conforma el territorio de Nicaragua, hasta más o menos el estado de Zacatecas. La segunda comprenderá de Zacatecas hacia el Norte, ocupando la parte desértica de Estados Unidos.

 

 Dentro de Mesoamérica, entre los estados de Veracruz y Tabasco podemos situar el nacimiento de la llamada Cultura Madre hacia el año 1500 a. de C. En efecto, los Olmecas culminaron el largo proceso formativo, desde la invención de la agricultura y el maíz, hacia el sexto milenio a. C., pasando por la invención de las ciencias, las técnicas, la filosofía y religión, que les permitió contar con los elementos básicos para iniciar su desarrollo humano. Los Olmecas herederos de este antiguo conocimiento, son el pueblo que inicia las primeras grandes construcciones, testimonio de su dominio sobre el espíritu y la materia, pero fundamentalmente con los cimientos sólidos de un proyecto filosófico perfectamente estructurado, que posibilitó el desplante de la magna obra civilizatoria, que llegó casi intacta hasta los aztecas dos mil quinientos años después.

Sin embargo, para el año 500 antes de la era cristiana, en los Valles Centrales de Oaxaca se empezó a construir lo que hoy conocemos como Monte Alban. En efecto, en un conjunto que integra cuatro cerros, los zapotecos iniciaron el trazó de un proyecto arquitectónico que comprendería muchas generaciones a lo largo de aproximadamente mil trescientos cincuenta años de un esfuerzo interrumpido, por trascender su existencia.

Hoy nos quedan las ruinas materiales de lo que indiscutiblemente fue un proyecto de carácter espiritual. Cómo todos los antiguos pueblos del mundo, sean estos, egipcios, babilónicos, hindúes o chinos, que también dejaron impresionantes vestigios materiales de su desarrollo espiritual; los anahuacas de México, dedicaron todo su potencial creador a penetrar los inconmensurables arcanos de la trascendencia espiritual de esta efímera y limitada existencia material.

De esta manera, sí los olmecas iniciaron las grandes construcciones en el periodo conocido como preclásico, fueron los zapotecas en Monte Alban, los que, mil años después, dentro del periodo conocido como Clásico o de esplendor, la primera base del desarrollo de esta importante etapa de florecimiento cultural del México Antiguo.

De esta manera Monte Alban inicia aproximadamente trescientos años antes de que comience el periodo Clásico y quinientos años antes de la construcción de Teotihuacan, el máximo centro generador de la cultura en el periodo Clásico.

 

Sí Monte Alban esta dedicado simbólicamente al Jaguar, que en ese orden de ideas representa la materia, Teotihuacan esta dedicado a la Serpiente Emplumada y al Quetzal. Figuras filosóficas que explican el triunfo de la materia sobre la inercia gravitatoria que la condena a su destrucción; para elevar su vuelo celestial y trascender su muerte física y unirse a la totalidad.

Oaxaca y sus valles, durante la época prehistórica ya habían sido el puente natural, el paso obligado que unió a Norteamérica con Centroamérica, no sólo seres humanos, sino animales y plantas transitaron por la Cañada cruzando desde el Valle de Tehuacan, hasta llegar a las planicies de la región del istmo de Tehuantepec.

 

Es por esto que bien podríamos considerar a "OAXACA, CORAZÓN PALPITANTE DE MESOAMÉRICA". Puente cultural entre el mundo náhuatl y el mundo maya, crisol donde convergieron los pueblos del Cem Anáhuac (la tierra rodeada de las grandes aguas).

Sí bien, Monte Alban recibió en el momento de su esplendor la influencia de Teotihuacan, no podemos dejar de tomar en cuenta que Monte Alban fue quinientos años más antiguo que Teotihuacan y que todavía encontramos testimonios en la fase uno que indican que tuvo influencia olmeca, como lo demuestran las piedras llamadas "los danzantes", que permiten apreciar los cascos y los rostros muy parecidos a las llamadas "cabezas olmecas.

Pero a lo largo del los siglos, los zapotecas lograrán tener "un rostro propio y un corazón verdadero", que los caracterizará hasta nuestros días. En efecto, los Zapotecos desarrollarán su propio estilo, que sí bien tendrá una influencia más significativa de los pueblos del altiplano central, estará emparentada de alguna manera con la cultura maya. No debe sorprender esta afirmación, toda vez que debemos recordar que estamos hablando de una sola civilización con diferentes culturas, pero todas unidas por una matriz filosófico-cultural. Sin olvidar a la extraordinaria Cacaxtla en el Valle de Puebla, que nos recuerda que las influencias y prestamos culturales fueron intensos y constantes entre todos los pueblos del Cem Anáhuac.

Pero el rostro zapoteco tomará un lugar muy significativo en el mosaico cultural del México Antiguo, el arte de los constructores de Monte Alban y Mitla, estará presente hasta el final del periodo llamado Postclásico.

De esta manera, sí en Teotihuacan la Serpiente Emplumada aprendió e elevar su vuelo a los infinitos espacios del espíritu, seguramente fue quinientos años antes en Monte Alban, donde el jaguar inició el dominio del mundo material, para posteriormente proseguir con el sendero del luminoso conocimiento que los llevó a la cúspide de su desarrollo civilizaatorio y los zapotecos fueron el "puente cultural", el centro geográfico del México Antiguo, "corazón palpitante de mesoamérica".

Oaxaca ha sido el punto central del México Antiguo, por su posición geográfica, por su antigüedad y por la fortaleza de las dos principales culturas que sobreviven vigorosas hasta la actualidad. La cultura zapoteca y la cultura mixteca, que en conjunción con las demás culturas que se han desarrollado desde épocas milenarias en la complicada geografía oaxaqueña, atesoran celosas "La reserva espiritual de México".

En efecto, los pueblos de Oaxaca han sido y siguen siendo el crisol de la identidad mexicana. Su profunda y portentosa raíz indígena, su riqueza caleidoscópica producida por la apropiación cultural, no sólo de la cultura Occidental, sino también de África, pues Oaxaca mantiene una de las zonas más fuertes donde la presencia de las culturas africanas, no sólo sobrevivió a la época colonial, sino ha contribuido de manera fundamental en la conformación de la identidad cultural de la "Costa Chica Oaxaqueña", fundiéndose con las culturas, mixteca, amuzga, tacuate y mestiza.

Hablar de Mesoamérica, es hablar del México Antiguo, hablar de Oaxaca, es hablar de la raíz más viva, vigente y vibrante de la identidad cultural de nuestra patria. La palabra Oaxaca nos evoca en nuestro inconsciente, misteriosos recuerdos del banco genético de información y la orgullosa e innegable presencia en nuestras vidas de "Los Viejos Abuelos". Oaxaca significa para todos la esperanza más profunda y la certeza más clara de nuestra continuidad histórica y cultural. Oaxaca no sólo representa lo más "propio nuestro" de nuestra cultura mestiza, sino que necesariamente nos brinda generosa una esperanza genuina hacia el futuro.

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