VIAJE AL CORAZÓN DE LA CHINANTLA
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Dentro del mosaico pluricultural, plurilingüístico y pluriétnico de la nación, por su diversidad, Oaxaca ocupa un lugar fundamental que la lleva a ser “la reserva espiritual de México”.
Sin embargo, en lo más profundo de los dieciséis pueblos anahuacas que conforman la riqueza ancestral de Oaxaca, es el pueblo chinanteco, el que se revela como uno de los más espirituales y apegados a la naturaleza.
En efecto, la región de La Chinantla es la más exuberante del estado. Los ríos, las montañas, los bosques, las selvas, los bancos de nubes, así como las grandes extensiones de agua producto de las presas, hacen que las vibraciones acuáticas invadan totalmente el espacio y lo llenen de vida.
Las plantas, los insectos, los hongos, los árboles multiplicados por la fuerza del sol y del agua, crean un universo luminoso y vibrante de vida en la Chinantla.
Y por supuesto que esta exuberancia forma, constituye y trasciende a sus pobladores. Lo muestra así, la sensibilidad y dulzura de los chinantecos. Su milenario y armonioso amor con la naturaleza, su maravillosa y ancestral lengua que posee siete tonos.
Al escucharla, se percibe como el murmullo de la selva, el bosque y el riachuelo al mismo tiempo. De este modo, cuando hablan los chianantecos se siente a la naturaleza manifestar su canto armónico por la unidad del todo.
La semana pasada tuve la suerte de ser invitado por el Nivel de Educación Indígena a platicar con los maestros chinantecos de la región. Recorrimos La Chinantla y les hablamos de los Viejos Abuelos a los maestros y maestras de Ojitlán, Valle Nacional, Uisla, Nuevo Malsaga, San Lorenzo.
Fuimos invitados por el Profesor Fortino Isidro Anastacio y atendidos por los Profesores Silverio López Castro, Nefatly Isidro Toribio, así como por Víctor Terán Orozco, con quienes convivimos la semana completa, lo mismo en el aula que en la carretera o la mesa. Maravillosos anfitriones.
La respuesta de los docentes fue de total interés y atención al conocer los seis Elementos Culturales que distinguen a nuestra Cultura Madre. Sentimos como “se activó el banco genético de información cultural” que todos los mexicanos llevamos dormido en nuestro interior.
Los maestros despertaron de súbito al llamado de la milenaria cultura chinanteca, fue solo cosa de iniciar el recuerdo de quiénes fueron nuestros Viejos Abuelos, cuáles sus logros, para que volviera a fluir por el corazón las sabiduría ancestral.
Entramos a la Chinantla por el corazón de los maestros. En efecto, recorrimos desde las llanuras que fueron habitados por los olmecas entre Veracruz y Oaxaca, estuvimos “bajo el nivel del mar” en Valle Nacional y subimos hasta la misma “Puerta del Cielo”, para entrar al valle donde se encuentra la prístina Uisla, un maravilloso jardín entre las montañas y fuimos recibidos con afecto, pero sobre todo, con mucha atención al mensaje de la Toltecáyotl.
Fue ahí, en Usila, donde saboreamos el caldo más exquisito del Cem Anáhuac, el famoso “Caldo de Piedra”, una de las joyas más valiosas de la cocina anahuaca. Los Viejos Abuelos crearon una de las cocinas más importantes del mundo, junto con China e India. El Anáhuac le ha dado 43 productos al mundo comenzando con el maíz, la vainilla y el chocolate.
En una jícara grande se pone agua, puré de tomate, cebolla, ajo, epazote, chile, pescado crudo y, previa búsqueda de piedras blancas de río, que se calientan en una fogata hasta que queda al rojo vivo.
Se depositan con mucho cuidado dentro de la jícara y al instante se cuecen los ingredientes y mágicamente queda preparado el mejor caldo que he saboreado en mi vida.
Sabiduría ancestral de los Viejos Abuelos para los hijos de sus hijos en pleno siglo XXI.
Pero más allá de las riquezas culinarias, las maravillosas imágenes que nos ofrecen las montañas, la vegetación y el agua, lo más trascendente es sin lugar a dudas “el corazón del pueblo chiananteco”. Pueblo con una inmensa sensibilidad, que llega a transformarse en ternura y delicadeza. Además de la tradicional y ancestral hospitalidad anahuaca.
Para un servidor, que permanentemente está atento del “México profundo” de Guillermo Bonfil, lo mismo en una alejada comunidad que en un centro urbano de este país. El contacto con la sensibilidad chinanteca me arrastra hasta lo profundo de nuestra matriz filosófica cultural.
Porque solo con esa sensibilidad, con esa ternura, con ese respeto a la vida y a la naturaleza, nuestros Viejos Abuelos pudieron desarrollar a lo largo de más de mil años (200 a.C. a 850 d.C.), la civilización antigua que logró el más alto grado de Desarrollo Humano en la historia del planeta.
Solo con esa forma de “ser y entender el mundo y la vida”, se puedo alcanzar “el equilibrio” entre el quetzal (espíritu) y el cóatl (materia), el tonal (racionalidad) y el nahual (subjetividad).
Así es, el Quetzal-cóatl no es un “dios”, en cambio es una propuesta de vivir en equilibro entre el par de opuestos complementarios que crean el mundo, como el Ying y Yang de los chinos, pero este es "el propio-nuestro".
El equilibrio de este par de opuestos complementarios en la “batalla florida” de todos los días. En las “cuatro dirección”, significadas por los cuatro colores y los cuatro animales nos enseñan que la quinta posición está el centro. Como lo vemos en el llamado “Calendario azteca” que tiene en el centro al “Quinto Sol” precedido de los cuatro Soles anteriores.
O lo apreciamos en los llamados “Voladores de Papantla”, donde cuatro voladores personifican cada uno un punto cardinal y el “quinto volador”, el que hace música y baila en “el centro”, el que es “el centro” y obligo donde se unen el cielo y la tierra.
Al recorrer esta región de Oaxaca, al “sentir” a su gente y vivir su cultura, entiende uno la verdadera riqueza humana, nuestra más elevada herencia cultural de los chinantecos que, pese a los últimos quinientos años de colonización, injustica, despojo y violencia, no han perdido su mayor riqueza, que es su calidad humana y su sentido de respeto y amor a la naturaleza.
Por esto, y por muchas razones más, insistimos que “el futuro de México está en su pasado”. En la investigación y recuperación de “la memoria histórica”, en el reforzamiento de los ancestrales Valores y Principios éticos y morales, familiares y comunitarios, en las antiguas tradiciones, usos y costumbres que priorizan el espíritu sobre la materia, entre el bien común en vez de la interés privado.
Ente el bien público y la iniciativa privada, la comunidad sobre la individualidad, el servicio a la comunidad en vez del “servirse de la comunidad”, el mandar obedeciendo y la asamblea en vez de los partidos políticos y el poder de fuera que manda a “los de adentro”, la democracia participativa en vez de la democracia representativa.
Viajar al corazón de la Chinantla, es hacer un viaje a lo más profundo y esencial, a la raíz y origen de lo que somos los que habitamos este país, seamos indígenas, mestizos o criollos, que desde hace cinco siglos hemos negado nuestra maravillosa matriz civilizatoria, una de las seis más antiguas del planeta.
En efecto, somos tan antiguos como China o como India, nuestra diferencia viene de que estos países mantienen viva y exaltan su identidad y construyen su futuro en base a su milenaria historia. (Pieza del Museo de Usila, que amablemente nos permitió ver el Pbro. Alberto Romo Quiñonez, Vicario Parroquial)
Nosotros en cambio, tratamos torpemente de negar y excluir a la Cultura Madre de nuestra realidad. Tres siglos tratamos de ser como España, el siguiente siglo quisimos ser como Francia y el último, estamos empecinados en ser como Estados Unidos. Pero jamás hemos intentando “ser como somos”, ser en verdad nosotros. Todos los mexicanos todos, somos mestizos culturalmente.
La búsqueda de nuestra “verdadera identidad” es una tarea pendiente y urgente de nuestra nación. En la Colonia se excluyó la matriz filosófica y cultural del Anáhuac, y en la conformación del país llamado México en 1821, también se volvió a excluirla. Sin embargo, existen millones de personas en este país que, aunque no hablen ninguna lengua “indígena”, su mestizaje tiene mayores Elementos Culturales de la civilización del Anáhuac.
El punto está en que la mayor parte de este país, su gente está más cercana a la raíz de “las culturas Madre”, que a los modelos extranjeros que imponen los colonizadores de ayer y de hoy. Imposición que tiene como objetivo dominar económica y culturalmente para crear “nuevos mercados” de consumidores ignorantes, que rechazan lo que son y pretenden comprando artículos chatarra, ser “modernos” como sus colonizadores.
Vivir una semana en el corazón de la Chinantla, nos da fuerza y certeza de que no estamos equivocados. El futuro de esta nación es recuperar “la otra parte de nosotros mimos” que ha sido brutalmente cercenada y excluida.
Al lograr la “totalidad de nosotros mismos”, dado que hoy en día “todo somos mestizos culturales” que viven en un mundo global, podremos enfrentar con mayores recursos y oportunidades los difíciles tiempos del porvenir.
No se trata de excluir nuestra rica y valiosa herencia cultural apropiada de Occidente, por el contrario, se trata de enriquecerla. Y enriquecerla con un legado cultural “propio-nuestro”, ancestral, único y original. El que siempre hemos tenido pero que nos han enseñado a desvalorizarlo y destruirlo.
Legado cultural que existe en todos los rincones de este país y que, a pesar de los pesares, sigue vivo, vigente y vibrante, solo en espera de que tomemos conciencia de él, y lo incorporemos a nuestra vida personal, familiar, comunitaria y de la nación. Especialmente el pueblo chinanteco, que son herederos directos de esta maravillosa forma de ver y entender el mundo y la vida.
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