Oaxaca, corazón de la Piedra de Fuego del Anáhuac.
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El estado de Oaxaca, lo mismo que los estados del Sur-sureste, mantienen una doble posición. Por una parte su riqueza humana y su abundancia en recursos humanos son verdaderamente excepcionales.
Esta doble encrucijada los crucifica en la historia.
La Tierra es un “ser vivo” y como todo ser vivo posee partes extraordinarias que lo distinguen. En el planeta existen en China e India dos regiones tan ricas y plenas de diversidad humana y natural como las que existen en Oaxaca.
No solo es su variedad y diversidad humana. Oaxaca es el estado que mayor número de culturas originarias posee, y además, es el estado con mayor número de población indígena.
Oaxaca es el punto en el que se unen las dos grandes cordilleras que cruzan la nación y el llamado “Nudo mixteco” amarra estas dos imponentes cadenas montañosas en un mar de montañas, con alturas mayores de tres mil msnm.
En esta impresionante fortaleza se encuentran una asombrosa variedad de climas y nichos ecológicos. Bosques, selvas, media montaña, zonas desérticas, caudalosos ríos y en el centro del estado, coronado por un bellísimo sistema de valles, que desde hace más de diez mil años, invitó a los seres humanos a construir una de las más “antiguas casas del ser humano en la Tierra”.
La riqueza en Oaxaca se manifiesta pródiga en las culturas milenarias de sus pueblos originarios. Miles de años de sabiduría se condensan en la comida, el arte popular, la agricultura de autoconsumo, las tradiciones, usos y costumbres, en las que se mantiene incólume los valores más decantados de “la humano”.
La familia, la crianza de los hijos, la amistad, el compadrazgo, el respeto a los mayores, la solidaridad, el sentido de servicio comunitario, la frugalidad, el respeto a la autoridad, el trabajo comunitario, el valor de la educación, el sentido místico y sagrado por el mundo y la vida, la espiritualidad, entre muchos y diversos valores personales, familiares y comunitarios, que hacen de los pueblos, sus culturas y sus valores a “Oaxaca, la reserva espiritual de México”.
En estos valores humanos, radica la mayor riqueza de las culturas oaxaqueñas, que son herederas legítimas de la sabiduría de los Viejos Abuelos representada en La Toltecáyotl (el arte de vivir en armonía de los legendarios toltecas).
Sin embargo, Oaxaca nos sorprende también por su incalculable riqueza natural. En efecto, la naturaleza ha sido pródiga y la variedad y biodiversidad existente en el estado, ha sorprendido a los científicos del mundo.
Sin dejar de señalar la gran cantidad de plantas, animales e insectos endémicos, lo que hace de Oaxaca un extraordinario espacio geográfico con sorprendentes e increíbles formas de vida exclusivas de la geografía oaxaqueña.
Esta inconmensurable riqueza humana y natural no es una casualidad. Sí la Tierra es un ser vivo, y cada ser vivo posee partes “especialmente sensibles” de su cuerpo; resulta que Oaxaca es un lugar en el que, “el cielo y la tierra se tocan”.
En efecto, Oaxaca es uno de los sitios sagrados de la Tierra. Vértice en el que confluyen y se funden la energía telúrica desde lo más profundo e íntimo de la Tierra, con la energía cósmica del universo.
Oaxaca es el punto en el que el cielo, (simbolizado por el quetzal), encuentra el equilibrio perfecto con la tierra (simbolizada por el cóatl), para encarnar en los seres humanos el QUETZALCÓATL, es decir, el equilibrio perfecto entre el espíritu y la materia.
Es por esto que en Oaxaca, la tierra y la luz vibran de manera diferente. La energía telúrica abraza y envuelve a los seres humanos, un halito de energía luminosa baña todas las tardes a los oaxaqueños, que al través de los siglos, los ha hecho de fuego y de piedra. Es por ello que “La Piedra de Fuego” habita en lo más profundo de los pueblos originarios de Oaxaca.
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