GRECAS DE TEOTITLÁN DEL VALLE
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Para Rosa María.
Desde el inicio de la conquista y colonización los europeos nunca quisieron o pudieron comprender la civilización invadida. Nunca se interesaron por conocerla, es más, nunca la descubrieron pues en cuanto Colón vio a las primeras personas del continente les llamó “indios”, porque pensó que había llegado a la India. De modo que los europeos subsumieron a nuestros antepasados en su mundo conocido. Esto es, “indios de la India”. Pero hasta la fecha muy pocas personas saben cómo se llamaban a sí mismos nuestros Viejos Abuelos y cómo le llamaban a su milenaria Tierra. “El nuevo mundo” sigue totalmente desconocido.
Es tan grande la colonización mental y cultural que hemos sufrido en estos cinco siglos que les seguimos diciendo a los pobladores originales “indios” y la civilización del Anáhuac sigue siendo totalmente ignorada, desvalorizada y minimizada por la cultura dominante.
De modo que la Civilización Madre, en general es bastante desconocida para los mexicanos comunes. Más sabemos de los griegos o de los romanos, que de nuestros Viejos Abuelos. Sin embargo, toda la sabiduría de esta milenaria Civilización sigue viva y presente en nuestro subconciente colectivo o como la llamamos nosotros… “en el banco genético de información cultural”. Necesitaríamos morir todos los mexicanos para que esta sabiduría desaparezca de la faz de la Tierra. El mito colonizador de que ya no existe y menos se puede activar, es una de las formas de dominación más efectivas.
De esta manera, la iconografía o diseños que pintaron, labraron, esculpieron, tallaron o bordaron nuestros Viejos Abuelosm, y que logró sobrevivir a la boraz destrucción colonizadora, hoy los hijos de los hijos de aquellos hombres sabios… no podemos enteder el mesanje que ahí esta presente para construír nuestro futuro. En efecto, el futuro de México es su pasado. Cuando los mexicanos contemporáneos logremos sumar a nuestra percepción del mundo y la vida, la sabiduría de nuestra Civilización Madre, estaremos “completos” y seremos más ricos. Pues en estos cinco siglos nos han enseñado a rechazar y negar la otra parte de nuestra totalidad para dominarnos. En general los mexicanos nos han educado como “extranjeros incultos en nuestra propia tierra”. Siempre exaltando lo ajeno y despreciando lo propio. Ignorantes de lo más esencial de nosotros mismos.
Esta es la razón que cuando vamos a las llamadas zonas arqueológicas, es decir, los vestigios de los centros de conocimiento donde se enseñanba “La Toltecáyotl”, generlamente los mexicanos profanamos estos venerables lugares sin el menor respeto y admiración. El lenguaje espiritual que labraron en la materia nuestros ancestros y que es nuestro mayor tesoro, no es entendido por sus directos destinatarios. En especial nos referimos a las llamadas “grecas”, que por la ignorancia fueron tomadas durante muchos siglos como testimonios del culto al demonio y muy recientemente como esperciones de “arte”. Sin embargo, las grecas, como todo lo que encontramos en las zonas arquelógicas, son una parte muy importante de un “lenguaje” que expresa la aspiración más alta y la sabiduría más decantada que logararon producir nuestros antepasados.
En efecto, “la liberación del espíritu de la materia” fue el principal cimiento en donde construyeron todo el andamiaje de la Civilización Madre. La busqueda de la trascendencia espritual de la existencia material, guió durente el Perido Clásico, los más grandes esfuerzos de nuestos antepasados. Y es precismanete ahí, donde radica su principal herencia. El asepecto místico y sagrado del mundo y la vida, queda representado en la mayoría de los testimonios materiales de su gradeza. El desafío es que no entendemos el lenguaje en que nos hablan estas reliquias espirituales.
Los mexicanos necesitamos recuperar la otra parte de nosotros mismos que la colonización ha tratado ferozmente de amputarnos, y con toda nuestra totalidad, repensar y construir una sociedad y una cultura en la que se integren armoniosamente lo mejor de todas las partes que nos conforman.
Este trabajo no lo harán los arqueólogos e investigadores extranjeros y sus ayudantes nativos, que han reducido nuestra grandeza espiritual a cuatro tepalcates. Esta re-apropiación y este auto-descubrimiento lo tendremos que hacer cada uno de los mexicanos en lo más profundo de nuestro ser. No será excavando en la materia, sino en nuestro Espíritu. Necesitamos convertirnos todos en “arqueólogos del Espíritu”. Nuestras herramientas serán la dignidad y “Flor y canto”.
Es por todo esto que…! Oaxaca es la reserva espiritual de México!