Boda en Atzompa
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Cuando uno estudia la cultura de los antiguos mexicanos, entiende que poco ha cambiado en estos últimos cinco siglos de colonización. En lo más profundo y esencial, las estructuras filosóficas, religiosas y sociales siguen siendo las mismas… diferentes en forma, pero esencialmente las mismas en su fondo. Y no podría ser de otra manera, la civilización del Anáhuac no ha muerto, solo se ha “encubierto”. Sorprende encontrar tantos paralelismos entre las bodas, los quince años, los bautizos y las primeras comuniones que actualmente se llevan a cabo y las que nuestros Viejos Abuelos hicieron a lo largo de 7 mil quinientos años de Desarrollo Cultural.
A los pies del “cerro de Atzompa” y a las afueras de Oaxaca se encuentra la comunidad alfarera de Atzompa, que desde tiempos inmemoriales se dedica a transformar el barro en comales y hermosas figuras. El domingo 30 de noviembre del 2003 nos invitaron a su boda Luz Vázquez y Joaquín Zárate por intermedio del padrino de Joaquín, el reconocido Maestro ceramista don Avelino Blanco.
Realizar una boda tradicional es un asunto muy complejo y muy costoso. Se requiere de la participación o tequio de los parientes y amigos de las dos familias. Es un “compromiso” con el pueblo y las familias. Es aquí donde todos dan su “Guelaguetza” para poder sacar adelante “el compromiso”.
Todo inicia en la casa del novio, donde desde días antes los parientes arreglan el patio para el evento y las mujeres preparan las comidas para cientos de personas. Así que un pequeño ejército de amigos y parientes se ocupan de los servicios de cocina, meseros, banda de música, cohetes y atención a los invitados. La cocina es el alma y centro de la fiesta, es por ello que las cocineras ocupan un lugar muy importante.
Así que mientras la banda de música empieza a animar a los solidarios amigos y parientes, el cohetero anuncia a todo el pueblo que la boda está a punto de comenzar. Los invitados empiezan a llegar y se les sirve un tazón con chocolate de agua y una enorme pieza de pan dulce para desayunar. Cuando se han juntado los invitados y parientes más íntimos, la comitiva sale a la casa de la novia con la banda por delante, el cohetero, las madrinas con el ajuar de la novia y el padrino del novio.
La procesión lleva además del ajuar de la novia, una canasta con mezcal y cigarros y que es un “presente” para la familia de la novia y un incensario en el que se va quemando copal a lo largo de todo el recorrido por las calles del pueblo. El novio es “llevado” por su padrino a la casa de la novia acompañado de un “Chigule o ahuehuete”, una persona “de respeto” que a través de discursos ancestrales pedirá a la novia primero y el día de la boda hará las funciones de un maestro de ceremonias entre las dos familias.
La comitiva llega a la casa de la novia y es esperada por los parientes, quienes forman una fila y en otra, los parientes del novio que llegan, saludarán de mano a cada uno y tomarán asiento en mesas preparadas para este efecto.
Es un momento solemne en el que el “pedidor” dará su discurso y los padres, parientes, padrinos y amigos de la novia ofrecerán un almuerzo a los invitados. Las mujeres se sientan de un lado y los hombres del otro. De la misma manera que en la casa del novio, en la casa de la novia desde la mañana están trabajando las cocineras para tener listos los alimentos.
Existe todo un complejo ceremonial en el que participan los padrinos de bautizo y primera comunión de los novios, los padres, familiares íntimos y los amigos. Es la manera como se crea un tipo de compadrazgo muy especial, pues los padrinos de los novios terminan siendo compadres y comadres. Esto ayuda mucho a la mejora de la calidad de vida y aminora de alguna manera las fricciones entre la comunidad. Sabias tradiciones heredadas desde la más remota antigüedad que siguen vigentes y presentes en el Siglo XXI.
Acto seguido se sirve el almuerzo, que en este caso fue mole, arroz, tortillas, cerveza y mezcal. Es la costumbre, derramar unas gotas de mezcal en la Tierra para convidarle a nuestra “madre querida” a quien se le pide permiso para degustar. Tradiciones y costumbres de gente muy educada, que a lo largo de muchas generaciones ha venido manteniendo estos usos y costumbres herencia de los Viejos Abuelos y que sabiamente se han ido adaptando a los cambios.
Durante todo el almuerzo la banda de música ameniza, pero al final de los alimentos, entre el mezcalito y el cigarrito se bailan algunos sones y jarabes. Se acostumbra que bailen mujeres con mujeres. A las doce se parte para el templo. La novia y el novio salen vestidos para la ceremonia y todos se encaminan con la banda por delante al templo del pueblo.
Después de la boda religiosa la comitiva emprende el camino a la casa de la novia, donde se realizará una ceremonia de carácter ancestral que llamamos la “boda propia-nuestra”. En efecto, se ha preparado con antelación una habitación de la casa donde se pinta y se limpia, sacando todos los muebles, se hace un altar, se ponen velas y flores, un petate y se quema copal. Esta es la ceremonia “nuestra”, la herencia de los Viejos Abuelos.
Aquí es donde la gente de “más respeto” de la familia de la novia, así como los padrinos y parientes van pasando en riguroso orden jerárquico a la habitación en donde se encuentran los novios arrodillados de cara al altar. Cada persona da la bendición y les da consejos para su futura vida familiar. Es el momento más sublime, íntimo y espiritual. La habitación se carga de una energía muy fuerte y la emoción va penetrando hasta los cueros más curtidos. Algo muy similar hacían los Viejos Abuelos, la diferencia acaso sería que ellos amarraban las ropas de los novios, pero en esencia es igual.
La verdadera boda se da en el “espacio-propio-nuestro”, con nuestros ritos y costumbres ancestrales, “lo otro”, es cumplir con la colonización para sobrevivir.
Al término de esta “ceremonia” se tiran los cohetes y la “rueda catarina” para que el pueblo se entere que la pareja sale de la casa de la novia y se dirigen a la casa del novio, con la banda de música y los parientes del novio. La familia de la novia se queda en casa a ofrecer una comida a sus amigos y parientes. Posteriormente llegará a la casa del novio. Es la costumbre que al entrar a su casa, el novio carga a la novia y la banda toca una “diana”. Aquí se vuelve a repetir la ceremonia del “casamiento de la tradición”, sólo que con la familia más íntima y los padrinos del novio. En la cocina ya está todo listo para ofrecer la comida a los invitados y parientes que esperan el final de la ceremonia para iniciar el banquete.
Cuando termina la ceremonia la banda de música empieza a tocar y las mujeres empiezan a servir, saliendo de la cocina cargadas de platos de mole. Los encargados de la bebida reparten mezcal, cerveza y refrescos. Mientras comen los invitados los músicos del conjunto terminan de montar su aparatoso equipo para el baile que durará hasta bien entrada la noche.
En cierto momento llegan los parientes e invitados de la novia. Las familias se forman en una línea y se saludan de mano pasando a tomar asiento para “merecer” los alimentos. En estas bodas las “familias extensas” quedan emparentadas y se fortalecen los lazos de amistad y compadrazgo. Estas son sabias tradiciones milenarias que heredamos de nuestra Cultura Madre y que representan un Patrimonio para enfrentar la desculturización y enajenación.
Al término de la comida se “baila el guajolote” y los “regalos”. Algunos invitados y parientes, toman a un guajolote vivo y bailan con él. Los padrinos del novio bailan un ropero que le regalarán a los novios, a mediados del siglo pasado se bailaba un baúl. Los padrinos de la novia bailan una licuadora, que anteriormente era un metate, los invitados “bailan” sus regalos”. En algunos pueblos de la mixteca es la costumbre que los invitados del novio le ponen un cigarro a su regalo y los de la novia una flor. De modo que se ve, quienes apoyan más a la nueva familia.
La tradición sigue viva en el “Oaxaca profundo”. Las fiestas, tradiciones, usos y costumbres es lo único que tenemos para no ser arrasados por la homegeneidad, el consumismo individualista y la transculturización. Las tradiciones son muy caras… pero los oaxaqueños las valemos. ¡Que vivan los novios!